Idiomas, tecnología, motivación y aprender a leer: las pruebas de la educación

Entre los profesores de muchas partes del mundo, hay un interés creciente por aprender qué evidencia científica hay detrás de los distintos enfoques educativos que se usan en las aulas. En España, también. Hace unas semanas, se pudo celebrar Las Pruebas de la Educación, en su cuarta edición, en el corazón de Madrid. La idea es que, si las decisiones médicas, por ejemplo, se guían por la evidencia, ¿por qué no las educativas?

Tras desfilar en dos ocasiones por Bilbao y una tercera por Vitoria-Gazteiz de la mano de la Cátedra de Cultura Científica del País Vasco y el Consejo Escolar de Euskadi, en esta ocasión la jornada viajó hasta la capital gracias al buen hacer de la Fundación Promaestro y a la complicidad de la Cátedra de Cultura Científica del País Vasco.  El lugar elegido para la ocasión fue el CaixaForum, un emplazamiento inigualable que, durante unas horas, vio como una de sus salas colgaba el cartel de “completo”.

Al igual que en las ediciones anteriores, el evento reunió a cinco investigadores que, de una manera amena y ágil, expusieron a maestros en activo, estudiantes de Educación, familias, autoridades educativas y todo aquel que tuviera curiosidad, las pruebas científicas existentes a día de hoy sobre temas tan variopintos como el bilingüismo, la neurociencia aplicada a la educación, la tecnología en las aulas, la motivación o la enseñanza inicial de la lectura. En las siguientes líneas, voy a tratar de resumir muy brevemente cada una de estas ponencias.

La jornada arrancó con la presentación de Yolanda Ruiz de Zarobe. Doctora en psicología y profesora de filología inglesa en la Universidad del País Vasco, describió algunos de los estudios más relevantes sobre el impacto que tiene el sistema Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras (AICLE) en el rendimiento académico de estudiantes de diferentes países. En líneas generales, los resultados presentados ponían de relieve que este sistema contribuye positivamente a la adquisición de una segunda lengua y que, a su vez, no tiene un impacto negativo en el aprendizaje de los estudiantes. Ruiz de Zarobe aclaró que, para ser exitoso, es importante tener muy presente que el sistema AICLE no consiste en que los maestros simplemente trabajen del modo habitual pero usando otra lengua vehicular. Por consiguiente, es imprescindible que éstos reciban una formación adecuada (tanto en el sistema AICLE como en el idioma en el que impartirán sus clases). También especificó que es importante tener en consideración el nivel socio-económico de los estudiantes con los que se va a trabajar, aunque algunos estudios recientes apuntan a que esta variable no tiene por qué ser un impedimento.

El siguiente ponente fue Juan Lupiáñez, catedrático en la facultad de Psicología de la Universidad de Granada. Su charla giró en torno a la contribución que puede (y no puede) hacer la neurociencia a la educación a día de hoy.  Subrayó que la neurociencia hará una aportación valiosa a la educación en la medida en la que aporte información sobre cómo ayudar a las personas a lograr un mejor rendimiento académico que, a su vez, contribuya a su adaptación en la vida. Así, la neurociencia puede hacer que las teorías psicológicas sean plausibles al cerebro. Puede ayudar a desarrollar programas educativos que sean beneficiosos a las personas, y no a las máquinas (como puede definirse erróneamente al cerebro). Además, la neurociencia puede ser valiosa cuando hay una alteración cerebral (por ejemplo, el TDAH) ya que, en estos casos, saber del cerebro será imprescindible para corregir esa alteración y poder educar a la persona.

Por último, Lupiáñez afirmó que la neurociencia le presta status a la psicología ya que, gracias a la etiqueta “neuro” esta disciplina ha logrado que se preste atención a aportaciones que la psicología ya había hecho mucho antes. Lupiáñez concluyó que la clave no está en el cerebro sino en el comportamiento, aunque saber del cerebro puede ayudar. Lo importancia, sentenció, es la evidencia científica, que no tiene por qué ser neuro-científica.

Antes de tomar un pequeño receso, el turno fue para Pablo Garaizar,ingeniero en informática y doctor en psicología, es profesor en la facultad de ingeniería de la Universidad de Deusto. Aunque se definió como alguien fascinado por la tecnología, Garaizar advirtió sobre los peligros que puede entrañar introducir recursos tecnológicos en las aulas sin un fin o necesidad claros y sin una adecuada formación del profesorado. Si bien es cierto que las diversas herramientas tecnológicas disponibles hoy en día pueden enriquecer el proceso de enseñanza-aprendizaje dentro de las aulas, Garaizar subrayó que su uso también puede perjudicar el rendimiento de los estudiantes. Puso como ejemplo algunos estudios que han mostrado la superioridad del soporte papel sobre el digital a la hora de comprender un texto escrito. O aquellos que han evidenciado el impacto negativo que ha tenido en diferentes lugares de España dotar a cada alumno de un ordenador personal. Garaizar destacó que la tecnología no está revolucionando la educación pero si está teniendo un impacto muy fuerte en la sociedad. Por tanto, precisó que es necesario educar a los estudiantes en las tecnologías (no sólo en cómo usarlas, también en cómo crearlas y en sus implicaciones éticas) pero teniendo muy presente que un poco de tecnología mejora los resultados académicos pero mucha tecnología los empeora

Tras un breve descanso,  llegó el turno de Juan Pedro Núñez, doctor en filosofía y letras y profesor en el área de la psicología clínica y de la salud en la Universidad de Comillas. Núñez centró su ponencia en explicar qué es la motivación y qué procesos están involucrados en ella, diferenciando entre aquellos que han recibido más y menos atención por parte de la investigación aplicada. Su ponencia estuvo tan cargada de contenidos que voy a limitarme a plasmar las preguntas que lanzó al final y que, considero, recogen muy bien la esencia de su presentación:

Si un alumno no quiere hacer algo, ¿la cura siempre es una inyección de motivación?

¿Es razonable pretender motivar a 20 o 30 alumnos distintos para distintas tareas todos los días en los diferentes momentos del año?, ¿Quién es el responsable de lograrlo?

¿Qué actitudes desarrollamos en los alumnos cuando les motivamos?

La frustración, el aburrimiento, el cansancio, el miedo… ¿son virus a erradicar o deben estar presentes en las aulas? Si forman parte de la vida, debieran estarlo pero ¿podemos lidiar con ellos?, ¿Es posible hablar de estos temas con las familias, en los centros escolares?

Núñez finalizó su ponencia con la conclusión de que algo se ha perdido por el camino en nuestro sistema educativo. Denunciaba que se ha pasado de un sistema rígido, donde la obediencia y la disciplina eran los protagonistas exclusivos en el aula, un sistema que no permitía la formación de personas completas, que alcanzaran objetivos razonables, a un sistema donde lo que prima es la diversión y la creatividad, donde la motivación tiene que ser omnipresente pero donde se dejan de lado elementos claves como el conocimiento, la capacidad de frustración o la aceptación de las propias limitaciones. Núñez concluía con esta última pregunta: ¿Hacia dónde estamos empujando a los docentes y, por tanto, a los futuros ciudadanos de este país (cuando no cuidamos este tipo de cuestiones)?

La última ponencia corrió a mi cargo y se centró en algunos de los ingredientes claves a la hora de enseñar a leer a los niños. El primero es la conciencia fonológica, o la habilidad que tenemos las personas para acceder o manipular los sonidos más pequeños del habla (las palabras, las sílabas, los fonemas…). Esta habilidad, que se puede trabajar de múltiples maneras e invirtiendo solo cinco minutos diarios, es uno de los predictores más potentes del éxito lector futuro. En segundo lugar, hablé de la importancia que tiene enseñar de forma explícita a los escolares la relación que existe entre las letras y los sonidos si queremos que alcancen una lectura fluida y libre de errores. Y subrayé que el método más eficaz es el fonético, y no el global, como han defendido algunas personas erróneamente durante décadas. Por último, destaqué la importancia que tiene motivar a los niños hacia la lectura porque su práctica es esencial para convertirnos en lectores expertos. Algunas de las acciones que propuse en esta línea son llenar las aulas (y las casas) de libros, hacer visitas frecuentes a la biblioteca, enseñar a los niños las partes de un libro, hacer lecturas compartidas con ellos y, sobre todo, convertir el momento de la lectura en un momento de placer.

 

Fuente: El Mundo

URL: https://www.elmundo.es/blogs/elmundo/mejoreducados/2019/04/22/idiomas-tecnologia-motivacion-y-aprender.html

Si algún lector tiene interés en escuchar las ponencias de forma íntegra, puede encontrarlas en la web de la Fundación Promaestro.